sábado, 22 de enero de 2011


La gente tiene cicatrices de toda clase en sitios recónditos, como mapas secretos de sus historias personales. Diagramas de todas sus viejas heridas. La mayoría de nuestras viejas heridas se curan, dejándonos solamente una cicatriz. Pero algunas no se curan. Algunas heridas pueden ir con nosotros a todas partes, el dolor aún perdura...

Quizá nuestras viejas heridas nos enseñen algo. Nos recuerdan dónde hemos estado, y qué hemos superado. Nos enseñan lecciones de qué evitar en el futuro. Eso es lo que nos gusta pensar. Pero así no es como es, ¿verdad? Algunas cosas tenemos que aprenderlas una, otra, y otra vez.

lunes, 10 de enero de 2011


Ahora que me acuerdo, te dejé mi compañía plegada en el cajón de las camisetas bonitas. Mi mejor sonrisa está colgada junto a tu esmoquin.

Los abrazos creo que están en el cajón de las corbatas. Las miradas de reojo se perdieron en el espejo de la entrada, ese en el que siempre te mirabas para peinarte, antes de guiñarme el ojo y salir por la puerta, ya de buena mañana. Los paseos los guardé en el zapatero.

Las fotografías, están todas colgadas por la habitación. No las quites. Nunca. Son obras de arte, como tú. Las caras de sueño están junto al amargo café de las 6 p.m. Perdóname porque nunca me acordaba de apagar ni la cafetera, ni la luz de tu presencia en toda aquella oscuridad. Cuánto te echo de menos...

Todas las palabras que debí decirte, todas, están por el suelo del salón, desperdigadas. No me olvido de tus consejos, de tus ánimos y de tu optimismo. Están congelados, en la nevera, al lado de la mantequilla de cacahuete, que tampoco tiene fecha de caducidad. Las noches en vela están en el jardín, junto al rosal que creció igual que creció aquello que nos unió. Aquello que nos quemaba la piel, que nos ardía en las venas de la conciencia de la misma manera que ardían nuestras penas en la chimenea del comedor, cada vez que estábamos juntos.

Los grises días de lluvia, están todos entre las letras binarias del periódico que comprabas todas las tardes. Las tardes que llenabas de puro colorido, ése que inunda cada cuadro del pasillo.
Las canciones, tu voz, todavía resuenan entre las cuerdas de tu guitarra. Los besos evaporados deben respirarse por toda la casa. Igual que yo te respiraba cada día, 24 veces por minuto. Minutos, segundos, horas.

Cuanto tiempo compartimos...